Cuando solo eramos1

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Por ZIYYAN AHFID

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ÍNDICE TITULO

PAGINA

EN MI CASA NO HABÍA NI RADIO NI TELE (1)

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EL PADRE: "MIZZIAN"

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CÓMO APRENDÍ A LEER

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EL VICENTE PUCHOL

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GRANADA (1)

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GRANADA (2)

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COMO ME CONOCÍ

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PRESENTACIÓN.

Mi buen amigo y colaborador Ziyyan Ahfid, nos presenta hoy una nueva e interesante sección, que desearíamos algún día culminase en un libro. Sin duda, merecería la pena. Creo no equivocarme si digo que Ziyyan es un buen Amazigh, un buen Melillense y un buen Español, a pesar de que esta última condición le fue negada durante años. Es autodidacta en sus conocimientos y enorme cultura, la cultura de la vida. Además, el cree en Melilla, apuesta por el conocimiento y divulgación de la cultura amazigh, dentro de una ciudad donde la educación y formación sea nuestro principal proyecto. Esta sección para muchos será una sección de recuerdos. Para otros, entre los que me encuentro será una sección que nos permitirá conocer mejor a nuestra ciudad, pues nos presenta esa otra ciudad que no conocimos, estaba ante nuestros ojos pero no la mirábamos, ya es hora de que empecemos a conocerla. Por esto porque Ziyyan nos enseña a recordar o conocer nuestra ciudad, nuestro mejor y cariñoso agradecimiento. Finalmente y repitiéndome, ojalá, que estos artículos puedan algún día ser un libro sobre como se vivía en la Cañada, y sobre todo, ojalá que nos ayuden a entender la Cañada, el barrio de Ziyyan. Recibe amigo Ziyyan mi apoyo y de nuevo mi agradecimiento. MELILLA Y LA CULTURA AMAZIGH

23 DE NOVIEMBRE DE 1985. LAPOBLACIÓN RIFEÑA DE MELILLA REIVINDICA SU DERECHO A SER ESPAÑOLES

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EN MI CASA NO HABÍA NI RADIO NI TELE (1)

En mi casa no había radio ni tele, no había ni luz eléctrica. Para guisar mi madre tenía que ir a recoger leña a los pinos, el agua tenía que acarrearla sobre sus espaldas en un cántaro desde el pozo comunitario, porque en La Cañada solo había chumberas y gatos. Muchos gatos, y gracias a ellos no había ratas. Las chumberas se tragaban toda la basura del barrio, porque allí no había recogida de basuras, eso era un privilegio del que disfrutaban solo los ciudadanos de Melilla.

Todos nos alimentábamos de pescado. Los hombres trabajaban en los barcos y en el muelle y las mujeres en los saladeros, y siempre había pescado en todas las casas, y es por ello que eran los gatos los mejor alimentados, porque vivían en las chumberas y se alimentaban de las cabezas de pescado. Cuando las mujeres arreglaban el pescado, arrojaban el contenido de la palangana con los restos de pescado a las chumberas y allí dentro se escuchaba a los gatos pelear.

Nuestra casa estaba situada en el mismo corazón de la Cañada de la Muerte, el [Escribir texto]

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barrio más marginal de la ciudad de Melilla, y en su parte más conflictiva, donde la falta de escolaridad era la asignatura más elevada entre sus jóvenes. La casa, una pequeña vivienda hecha de piedras y barro, serpenteando la pequeña casa, un camino de apenas un metro de ancho, paso obligado de muchos vecinos. El color verde aceituna de la puerta hecha con cuatro tablas y tres traveseras, resaltaba sobre el fondo blanco de las paredes blanqueadas con cal. En la fachada una pequeña abertura de, apenas, unos centímetros de diámetro, era la ventana. Dos hierros sin pintar en forma de cruz, sirven de reja, y una tabla de madera se colocaba desde el interior para impedir la entrada a los gatos. La casa, con un patio de apenas dos metros cuadrados, donde un agujero en el centro hace de desagüe. En un rincón encima de una caja de madera descansaba siempre un barreño de latón en cuyo interior reposaba la tabla de lavar. Había una habitación en el lado izquierdo de la entrada de unos seis metros cuadrados que era la cocina. En un rincón de la cocina había un anafre de barro. Encima se colocaba una gran tetera de aluminio que se usa para calentar el agua que se usa para las abluciones y la higiene personal, al lado, un cubo de latón lleno de agua limpia tapado con una tabla redonda. En el mismo rincón había un agujero más pequeño que el del patio por donde sale el agua de lavar los cacharros y el agua de las abluciones, que, en el exterior recoge una especie de arqueta hecha en el suelo y rebozada con cemento, que luego es recogida en un cubo para verterla después en las chumberas que hay a escasos metros de la casa. Una tabla asentada sobre dos cajones era la estantería donde dos platos una cuchara tres vasos y una cazuela formaban el mobiliario de la cocina. Cuando ya teníamos luz eléctrica, allá por el año 65. En el techo de cañas colgaba una bombilla de un hilo, que, cuando se encendía, reflejaba extrañas sombras en las paredes de la habitación. Enfrente de esta habitación, otra un par de metros más grande, sobresaltando en su decoración los maderos que soportaban el techo, cuyos colores eran diferentes entre sí. Al fondo y a media altura otro madero estaba empotrado de lado a lado de la habitación a poco más de media altura, que se usaba para Colgar las mantas y la multicolor alfombra rifeña de lana. Ta3rawt.

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HISTORIAS DE CUANDO ÉRAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES. (2) Antes de adentrarnos en las vivencias de Ziyyan Ahfid. Conozcamos a Por su padre. Ziyyan Ahfid

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MIZZIAN(*) Recuerdo a mi padre como un mutilado de la guerra con tres hijos pequeños y un bebé, y una miserable paga de apenas unas pesetas, después de más de veinte años de servicio a la patria, con dos heridas, y dos medallas, y mucho sufrimiento por culpa de una cruel guerra lejos de sus campos y sus montes rifeños. Orgulloso, Mizzian, me mostraba el carné de militar retirado, donde se podía leer.

El titular del presente carné, ingresó voluntario en el Ejército Español. En 20 de Marzo de 1933. A la edad aparente de 19 años. Y pasó a la situación de retirado en fin de Mayo de 1955 ( D O nº 119 ) llevando 18 años 3 meses y 18 días de servicios efectivos, y .......años....8 meses....y 26 días de abonos de campaña. Melilla 23 de Julio de 1964. Firmado: Tte Coronel Mayor

Tropas del tabor de Regulares desfilan aplaudidas por la calle Principal de Melilla, entonces Avda. del Generalísimo. Los oficiales que van al frente son también de origen Amazigh. Probablemente al frente vaya el que llegó a ser general Mizzian del ejército español y posteriormente del ejército marroquí. Nada que ver con Mizzian el padre de Ziyyan

Mizzian, mi padre, a veces me mostraba las cicatrices que le habían dejado las heridas producidas durante la guerra, y me enseñaba las medallas, relacionando cada medalla con una herida, mientras me contaba alguna batalla entre calada y calada de un pitillo de picadura liado a mano, parándose de vez en cuando para toser.

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_Tu tío y yo, estábamos merodeando por los alrededores del campamento a escondidas

de los oficiales, que estaban entretenidos charlando mientras la cazuela que habían preparado se cocía a fuego lento. Los oficiales estaban tan entretenidos que tu tío, no lo dudó un instante y haciéndose con la marmita que le quemaba las manos, salió corriendo y yo detrás de él. Entramos en una nave derruida. Una especie de almacén abandonado. Buscábamos un lugar seguro para comer.

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En un rincón de la nave había un montón de carbón de leña, de donde asomaba una bota que parecía nueva. Yo tiré de la bota que se movió con violencia y de debajo del montón de carbón apareció un hombre que levantando las dos manos rogaba que no le matemos. Nos pusimos en guardia y apuntamos con nuestras armas a aquel hombre. Era un rojo. _Callar, callar. Le Fuerzas regulares franquista del tabor de regulares avanzan hacia Castellon en dije yo. Tu tío se asomó y vio formación de guerrillas (julio de 1938). que en el campamento todo Si de algo estaba orgulloso seguía tranquilo, mientras yo seguía apuntando Mizzian, era de haber sido un buen asistente, a aquel rojo, que parecía haberse calmado un además de saberse el Cara al Sol. Lo que yo no poco. Hicimos salir a aquel hombre por el lado comprendí nunca, es porque después de 22 contrario de donde estaba el campamento años en el ejército nunca le enseñaron a hablar el español. Sin embargo cantaba un perfecto Cara al Sol. Un día encontré un pedazo de alguna revista y comencé a leer en voz alta, una (recitación), que, era como se denominaban todos los textos con rima. Mi sorpresa fue al oír a mi padre recitar conmigo de memoria. Esa recitación era el Cara al Sol.

Guerra civil española 1936-39, tabor de regulares al oeste de Madrid

indicándole la dirección que debía seguir sin hacer ruido. Después nos comimos el contenido de aquella marmita y regresamos al campamento ocupando nuestro sitio sin levantar sospechas. Tu tío era un tipo muy apañado y no tenía miedo de nada. [Escribir texto]

Murió mi padre tosiendo por la picadura que le consumió junto con el resto de metralla que conservó durante toda su vida dentro del pecho y los brazos. Cosa de la que al parecer él se sentía orgulloso, pues yo le notaba cierto brillo en los ojos cuando me colocaba los dedos encima de las heridas para que pudiera palpar la metralla que conservó dentro de su cuerpo hasta el final de sus días.

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_Esto fue en la batalla del Ebro. Y esto de aquí fue en Talavera de La Reina. Me explicaba. _ ¡OH! Papá, ¿tú has estado en España? Preguntaba yo. Y es entonces cuando se le borraba aquel brillo de los ojos y una mueca de amargura se dibujaba en su rostro lleno de arrugas, y se le inflamaba el bulto que tenía en la frente semejante a un cuerno, que le causó el derrumbe de la mina en Sotolazar, donde trabajaba excavando, después de haber ganado la guerra. Impotente, sin fuerzas para realizar cualquier actividad, vivió el resto de sus días

Soldado rifeño del tabor de regulares. Ejército español

amargado. No hay mayor amargura que la de aquel cuyo espíritu supera en fuerzas y voluntad su cuerpo.

“_El coronel Castro, es hijo del general Castro, yo era el asistente del general, su padre, cuando él era aún un niño, por eso ahora el coronel me ayuda con medicinas para esta terrible tos, que me producen los restos de metralla que aún tengo en el pecho.- Yo lo llevaba cuando era pequeño al colegio. Ahora es un buen médico y es un gran oficial, es de tu (*) Nota aclaratoria del autor sobre el sobrenombre de "Mizzian: Mizzian no es nombre propio, el nombre sería Muh amezyan, o [Escribir texto]

Tabor de regulares formado para el pase de revista.

misma edad. Tú también podrías haber sido un buen médico, si hubieras podido ir al colegio”. Le dijo una vez mi padre a mi hermano mayor. Pero murió después de sufrir toda la vida, de una bronquitis crónica. La única música que se ha oído en casa mientras éste duró. Fue una terrible tos. Murió rodeado de unos harapientos muchachos y de una extrañada viuda. Tuvo dos momentos en su vida. El de la tristeza de haber nacido, y tener que esconder sus lágrimas en el rincón más apartado de su alma, para mostrarse orgulloso de haber sido un héroe antes de perder la salud en la lucha del pueblo español, queriendo justificar que no siempre fue un inválido. Y el de la alegría de que existiera la muerte que libera al hombre de la miseria, de la esclavitud y de la ignorancia, a la que somete la opresión, el olvido y el desprecio. Quizás una foto para el recuerdo, cuando aún pensaban en un futuro prometido...

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Mohamed el pequeño. "Muh" diminutivo de Mohamed y "amezyan" que significa pequeño o menor. En muchas casas del Rif donde había más de una esposa y, como son las mujeres las que elijen nombres a sus hijos, pues si la primera tiene un Mohamed, la segunda o tercera no puede ser menos y también llama mohamed a su hijo, así el primer Mohamed pasa a llamarse Muh ameqran y el menor Muh amezyan.

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HISTORIAS DE CUANDO ÉRAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES. (3) Por Ziyyan Ahfid

Allí me ató las manos a la espalda con mi cinto y me subió al autobús, (C.O.A) con dirección a mi barrio para que yo le indicara el domicilio de mis cómplices del crimen, entre los que se hallaba el que me delató.

Ziyyan Ahfid

Ziyyan continúa contándonos sus historias vividas. En este relato nos muestra las vicisitudes de su infancia, en medio de éstas, él empieza a aficionarse a la lectura, la lectura de tebeos. Su afición a los tebeos y sus amigos más mayores le van a ocasionar una buena trastada. Ziyyan no debía de tener más de 10 años.

Yo, ya había experimentado miedos, pero este nuevo miedo me era desconocido hasta esa fecha. Había pasado miedo cuando hacía alguna travesura y sabía que mi padre estaba enterado. También cuando estaba frente a alguien mayor que yo, cuando el otro, estaba en posición de agredirme, o, cuando se me hacía de noche en Melilla y tenía que pasar por la cuesta que hay entre el Zoco y la Cañada junto a las chumberas, donde habitaban los fantasmas y los demonios.

Veamos su historia.

COMO APRENDÍ A LEER

De pequeño, siempre he soñado que era el hombre invisible, a veces lo hacía despierto. También, que tenía poder para atravesar muros. Me hubiera gustado haber sido invisible aquel día que volví al lugar del crimen al día siguiente de haberlo cometido, y que, aquel policía municipal no me hubiera visto y, así no me habría perseguido por todo el Rastro hasta acorralarme en aquella casa de comidas donde yo intenté esconderme.

No, este nuevo miedo no se parecía en nada a los otros, por eso no sabía reaccionar ante él. Ignoraba lo que iba a pasarme. Pero no dudé ni un instante, cuando supe que al policía no le interesaba solo yo. No lo dudé porque mis cómplices eran un año, mayores que yo. Yo los delaté a los tres. A los dos que me habían ordenado robar aquella caja de tebeos y al que me los había ganado apostando a las cartas. Aunque éste no había participado en el robo. Me dio tanta rabia que me los ganara, que creí, era justo implicarlo. Pero a él no lo detuvieron. Solo tuvo que devolver los tebeos. Cuando aquel policía municipal, que me tenía bien agarrado por el brazo, y las manos atadas a la espalda, me llevó a mi casa atravesando conmigo todo el barrio, quise morirme de vergüenza. 11


Hay una costumbre que aún se sigue practicando en la Cañada de Hidum, y, es, que cuando allí llega la policía, los niños y mujeres forman coros a su alrededor, y todos se enteran de todo. Así es como, La historia debió transcurrir en la primera mitad de la década de los sesenta, cuando cuando yo, a la los niños aún inventaban su juegos y juguetes. edad de ocho años entré por primera vez en la cárcel. Aunque aquel lugar lo llamen EL REFUGIO, para mí, eso era la cárcel…….

Foto del Rastro, probablemente de una época cercana a la historia de Ziyyan, los puestos en el suelo con toda clase de mercancías era una característica de este mercado.

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HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (4) Por Ziyyan Ahfid

Continuamos con las vivencias de Ziyyan, con las que pretendemos conocer un poco mejor a Melilla, y sobre todo al barrio de la Cañada, comprender para entre todos mejorar...

EL VICENTE PUCHOL Era una tarde de septiembre caluroso del año 1969. El asfalto se derretía y se pegaba a las suelas de los zapatos. Merodeaba yo sin rumbo ni planes por aquella zona entre el Zoquillo y la Cañada cuando hizo aparición Mohand. Kid Rifeño era su nombre de guerra cuando se enfrentaba a algún aficionado como él en el cuadrilátero para pegarse de ostias por LA CAÑADA unas 200 pesetas, y llenar la plaza de toros de Melilla. El Rifeño,

*(bajaba) desde La Cañada de la Muerte a Melilla. *(centro de la ciudad), y cuando nos encontramos, me dijo: _Voy a colarme en el barco de Málaga. ¿Te vienes conmigo? Yo no tenía nada que hacer y le contesté. ¿Por qué no? *(Nosotros nunca íbamos de la Cañada al centro. Nosotros bajamos de la Cañada a Melilla)

El Rifeño, tenía tres oficios. Era boxeador amateur, repartidor 13


de pan y limpiabotas. Contaba él por aquel entonces, 18 o 19 años, y yo unos quince. Los dos éramos menores de edad. Por aquel entonces nos hacíamos adultos a los veintiún años.

Estuvimos acechando a la hora de la llegada del barco desde Málaga. Y fue mientras los pasajeros desembarcaban, cuan-do nosotros subimos a bordo. Una vez dentro del barco nos metimos en un bote salvavidas y no salimos de allí hasta que el barco hubo llegado al puerto de Málaga. Cuatro horas de espera en el muelle de Melilla, mas ocho horas de travesía. Tuvimos la mala suerte de escoger VICENTE PUCHOL el bote donde había muchos hierros y tornillos. Pero nos alegramos de haberlo conseguido a la primera. No conocíamos el barco por dentro ni sabíamos cómo funcionaban las cosas. Por eso decidimos no salir hasta llegar a nuestro destino. Ya de madrugada del día siguiente, nos asomamos tímidamente para ver qué pasaba. Se divisaba el puerto de Málaga y había mucha gente asomada en cubierta, viendo acercarse hacia ellos la ciudad de Málaga.

Justo debajo de nosotros un guardiacivil vestido con su uniforme reglamentario era nuestra mayor preocupación. Teníamos que abandonar el bote que estaba colgando por encima de la cabeza de aquel guardia civil. El barco estaba ya atracando en el muelle y el

guardia civil allí sin moverse, sigilosamente uno después de otro nos deslizamos por un tubo yendo a parar a los pies de aquel guardia civil, éste continuaba de espaldas sumido en sus pensamientos. Pero, era la primera vez que nos subíamos a un barco de pasajeros y no sabíamos cómo funcionaba aquello. Cuando bajamos por la escalerilla y pisamos tierra, quisimos desaparecer yendo en sentido contrario al del resto de pasajeros, pero había un vallado y un agente de paisano, nos dijo que deberíamos seguir al resto de pasajeros. Pensamos que allí acababa nuestra aventura, porque hemos visto que en Melilla, a los Marroquíes que desembarcaban procedentes de Europa, se les retenía el pasaporte y se le entregaba en la misma aduana que hay en el puerto de Melilla. Creímos que en Málaga se hacía igual. Delante de nosotros iba un argelino con una familia numerosa. Un hombre alto y su mujer, él ataviado con el típico turbante amarillo que se usaba en Argelia. Detrás de él iban media docena de hijos de todas las edades y género. Nos colocamos detrás de éstos como si fuésemos de la misma familia. Esperamos pacientes hasta que le registraron el equipaje y continuamos detrás de los chiquillos hasta abandonar el puerto.

En mi bolsillo, yo tenía un duro( cinco pesetas) y el Rifeño 16 duros (ochenta pesetas). Lo primero que hicimos fue ir a un estanco, comprar 2 sobres, sellos y papel. Yo escribí dos cartas. Una para la madre del Rifeño y otra para mi padre. Lo de escribir y leer era 14


tarea mía. Además yo era un experto escribiendo cartas. De hecho, ese era mi oficio. Y fue así como me aficioné a escribir. En los años sesenta, la mayoría de nuestros vecinos de la Cañada eran emigrantes en Europa. Entonces los emigrantes se iban solos, quedando aquí sus mujeres e hijos. Holanda, Bélgica, Francia, Alemania, España. Éstos eran los países que preferían nuestros vecinos. Entre las mujeres de los emigrantes estaban mis tías, y por eso de ser familiar venían a casa cuando recibían carta y porque ningún otro había sabido leerla. Así fue como me hice conocido en todo el barrio. Leía cartas en árabe, español y tamazight con caracteres árabes y latinos, y les contestaba a cada uno en la misma forma que escribían, o hacían que les escriban. Estos hombres recomendaban a sus mujeres que me busquen a mí para escribir sus cartas. Cuando las mujeres recibían dinero y me llamaban, siempre había una buena merienda, y algunos duros para el cine Goya que echaban sesión doble y costaba medio duro la entrada. Cuando echaban alguna película de aventuras, de gladiadores o algún western, o Tarzán, íbamos todos juntos los de nuestra edad, y cuando salíamos, regresábamos al barrio corriendo, gritando, imitando a los héroes de las películas. Si era de romanos todos nos armábamos con espadas de cartón. Si del Oeste, nos tiroteábamos con los dedos hasta llegar al barrio. Si era un muermo de película, rompíamos las bombillas de las farolas a pedradas.

existencia. Así es como me aficioné a la escritura. Aprendí a leer con los tebeos y a escribir con los emigrantes. Pero ahora yo soy el inmigrante. Estoy con Rifeño en Málaga y solo tengo un duro.

Dimos unos cuantos paseos por la ciudad, sin alejarnos mucho del puerto. Tuvimos la suerte de encontrar un mercado de frutas y verduras en los alrededores. El Rifeño era muy hábil, y en una vuelta por el mercado, éste se había hecho con un par de piezas de fruta. Comer cualquier cosa aplaca el hambre. Pasamos la primera noche debajo del puente que hay en medio de la ciudad, desayunamos fruta del mercado y pasamos la segunda noche cerca del campo de la Rosaleda. Cerca de allí había una fuente de agua pública donde nos lavamos y bebimos. Comimos fruta del mercado el tercer día, el curto y el quinto, durmiendo cerca del campo de futbol y cerca de la fuente de agua y del descampado para hacer nuestras necesidades. A veces el Rifeño encontraba dificultades para hacerse con alguna fruta y pasamos todo el día con hambre. ZIYYAN AHFID

Al principio las mujeres me redactaban lo que querían decirles a sus maridos, que muchas veces era muy poco. Lo más principal, era decir que manden dinero, o, cantidad de dinero recibido. Yo extendía un poco más la carta. Ya a partir de entonces, solo me indicaban la cantidad de dinero, el resto lo ponía yo de mi repertorio que ya tenía para éstos casos. Aprendí así a escribir Tamazight en otros alfabetos. No conocía yo el Tifinagh, ni su 15


HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (5) Por Ziyyan Ahfid

En la anterior entrega Ziyyan y el Rifeños embarcados clandestinamente en el Vicente Puchol llegan a Málaga. Después de pasar unos días deciden ir a Granada..... Era 1969 Ziyyan tenía 15 años.

GRANADA (1)

…Al cuarto día de salir de Málaga, llegamos a Santa Fe. Por fin, solo doce kilómetros más para entrar en Granada. El rifeño y yo íbamos a conseguir por fin la re-reconquista de Granada, y por extensión de Andalucia, donde seguramente descansen los huesos de nuestros antepasados que acompañaron a Tarik, y, si no, los que fueron con Franco, que aunque murieron en España, jamás resucitaron en África. Solo mi padre murió por España y resucitó en África para volver a morir por piedad.

Podíamos ser los descendientes del Rey que expulsaron de aquí, le dije al Rifeño. Pero él no sabía nada de historias ni de historietas. En lo único que creía, era lo que veía. Recuerdo que llegamos en un domingo, porque a la entrada de la ciudad, vimos a un obrero que estaba refrescando un techado de una obra al cual nos dirigimos para preguntarle si necesitaban peones. Él nos contestó que solo

Ziyyan, al fondo Monte "3efrún Iwardanen"

era el guarda, pero que regresemos el día siguiente lunes para preguntar.

Granada, tierra de nuestros antepasados. La más bella de las ciudades. Una calle céntrica y muy ancha, con cierto parecido a la alameda que hay en Málaga pero con más historia y cierto encanto. Estaba repleta de casetas en uno de sus lados, arropadas todas ellas con árboles que los cobijaban con una sombra maternal. Lo más bello, era que las casetas estaban repletas de dulces y frutos secos, que los dueños ofrecían a los transeúntes a cambio de unas monedas. Lo más cruel, era que nosotros 16


carecíamos de esas monedas. Aunque todo aquello a la vista alegraba, a la otra parte del cuerpo fastidiaba.

Continuamos calle abajo hasta dar con un sitio donde tenía lugar una exposición de material agrícola. Expuesta, había una caseta de madera, elevada del suelo, justamente lo que unos vagabundos necesitan. Cuando hubimos reservado alojamiento, nos pusimos a buscar un buen restaurante para satisfacer nuestras necesidades alimenticias. Había un cubo de basura junto a una ventana donde nos metimos de cabeza rescatando unos mendrugos de pan seco que nos hizo las delicias del día. Ya repuestas las fuerzas, era hora de inspeccionar nuestro pueblo. Cuando se hizo de noche, regresamos al hotel con unos cartones bajo el brazo y soñamos con nuestra Cañada de la Muerte.

Por la mañana muy temprano, nos dimos una vuelta por los alrededores. Vi que al Rifeño le brillaban los ojos. Se había percatado de la presencia de un colega suyo. Un repartidor de pan, que había estacionado su triciclo junto a una casa, se había llevado un saco con él para subir a un piso, dejando el resto en otro saco lleno de preciosas barras de pan caliente. Cuatro barras, sacó el Rifeño del saco. Dos eran para él y otras dos para mí. Ni siquiera en mi casa en Melilla, jamás había yo disfrutado de semejante abundancia. Dos barras de pan eran suficientes para satisfacer las necesidades de todo un día. Ese día fuimos felices. Al día siguiente, estábamos esperando en una esquina de la calle bendita.

Puntual llegó nuestro bienhechor a la cita, y justo también fue el Rifeño. Cuatro barras eran suficientes. También aquel día fuimos felices, y el tercero también. Ya habíamos recuperado fuerzas y descansado.

Se le ocurrió de repente al Rifeño. Como todos sus proyectos. Decidió que para alcanzar nuestra segunda meta, el recorrido deberíamos hacerlo en bicicletas. Yo le dije:

_¡Tú estás loco, si robamos bicicletas, nos van a meter en la cárcel. Pero antes de terminar mi razonamiento, el Rifeño ya había escogido a su primera víctima. Un chico entró en una farmacia dejando su bici a la puerta. En un santiamén, ya no estaba allí. _Toma. Me dijo. Yo voy a buscar otra. No pasaron más de diez minutos, cuando lo vi pedaleando encima de otra bicicleta. Me hizo señas con la mano y yo le seguí, pero pronto lo alcancé y lo dejé atrás. Me gritó que lo esperara. Cuando me alcanzó se agarró a mi hombro y yo fui tirando de él, porque esa segunda bicicleta tenía gastados los piñones y la cadena giraba en falso. Así fue como llegamos hasta la salida de Granada enfilando la carretera de Murcia. En aquel lugar había, como un jardín. Recuerdo un gigantesco Ficus donde los dos paramos para estudiar el problema. _Espérame aquí, yo vuelvo al centro, traigo otra bicicleta en condiciones y nos vamos. En cuanto el Rifeño hubo desaparecido de mi vista, me alejé de la bicicleta la distancia que creí necesaria y desde lejos observarla, por si acaso. Empezaron a caer unas gotas de lluvia, y me cubijé debajo del Ficus. Por mi mente desfilaron toda clase de temores. Habían transcurrido cinco minutos que se me antojaron horas. Estuve unos diez minutos más, pero no lo pude resistir. Me imaginé que habían cogido a mi amigo robando la bicicleta y yo debía ir en su busca. Así lo decidí y así lo hice. Abandoné la bicicleta en el mismo lugar donde la había dejado y emprendí el regreso al centro de la ciudad a pie. 17


Estuve todo el día recorriendo la ciudad de Granada. La lluvia estaba cayendo de manera brutal. Yo estaba empapado hasta los huesos. Cansado de buscar, me hice la siguiente reflexión. “Esté donde esté, a la noche irá a dormir al lugar de siempre” Estuve toda la noche tumbado sobre los cartones que se habían empapado y se deshacían debajo de mi. El Rifeño no dio señales de vida, y aumentó mi desesperación. Al amanecer quise enfrentarme a la realidad y pensar en mi supervivencia. Quise como habíamos hecho los tres días que hemos estado juntos mi amigo y yo, ir en busca del panadero para coger el pan de cada día. Pero por muchas vueltas que di, no encontré el lugar. Estuve todo el día sin comer nada. A la noche regresé a la caseta de madera donde pasé la noche temblando de frio, aunque era septiembre. Estuve medio día rondando sin rumbo por la ciudad, y ya desesperado tomé la decisión de ir a la comisaría para que me

devolvieran a Melilla, que era lo que se hacía con los indocumentados.

Pero, solo me llevan a Málaga, y yo, ya había pasado una enorme semana en Málaga.

Puntual llegó el señor que me había presentado aquella mujer, para que me facilitase el viaje de regreso a Málaga. Cuando había tomado el asiento dentro del autobús, sentí una comodidad no acostumbrada. Los asientos eran blandos. Pero me embargó una gran tristeza. Una mezcla de temor y decepción invadió todo mi ser. Tristeza por hallarme solo. Decepción, porque, era como un sentimiento de fracaso. Y temor por la incertidumbre. Y aún no sé nada de mi amigo El Rifeño.

Cafetín de la Cañada de la Muerte. Año 1975.

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HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (6) Por Ziyyan Ahfid

Continuamos contando la Historia de un buen amazigh, buen rifeño, buen melillense y buen español, de uno de los muchos, muchos que hay en Melilla. Él es de la cañada conocer sus vivencias también nos ayuda a conocer el barrio y a sus gentes, a sus buenas gentes. La historia Granada 2ª parte es continuación de la contada en la anterior revista, con un antecedente y una especie de epílogo

Antecedente:

CÓMO Y PORQUÉ LA ESTANCIA EN GRANADA. ….El Rifeño, era el mayor, y decidió que deberíamos ir andando desde Málaga hasta Barcelona, ya que no teníamos medios para llegar de otro modo. Y la primera meta debería escogerla yo, porque sabía leer. Nombre de ciudad, y carretera a seguir. Así fue como nos pusimos en marcha, siguiendo el curso de la carretera por la Cuesta de la Reina rumbo a Granada. El primer día de camino nos alimentamos con chumbos y algarrobas. El Rifeño, no fumaba, y me ayudaba a recoger alguna colilla del suelo. Yo, llevaba dos años fumando. Empecé a los trece años, cuando abandoné los estudios. Estaba harto de repetir segundo de primaria. Siempre pasaba los exámenes con sobresaliente, pero se me resistía ese segundo, aunque lo aprobaba, no lo pasaba. Ocurrió de la siguiente manera. El primer segundo lo aprobé en la Residencia de Estudiantes Marroquíes de Melilla, con sobresaliente, pero murió mi madre, y mi padre me envió a Nador a casa de un hermano hijo de su primera mujer para poder comer y de paso estudiar. Creo que esas eran las preferencias. En el colegio Ibn Jaldún de Nador, me Ziyyan Ahfid obligaron a repetir curso, porque en segundo empezaban las clases de francés. Yo había aprobado árabe y español en Melilla. Empecé el curso con ventaja sobre mis compañeros, ya que yo, conocía bien el alfabeto cuando el resto de la clase tenía que aprendérselo. Acabé siendo el primero de la clase en francés y árabe. Decidí regresar a Melilla y no volver más a Nador. No se lo dije a mi hermano, que de seguro me lo habría impedido. Tenía el dírham que costaba el autobús que me habría traído hasta la Plaza de las Culturas. Pero quise ahorrar y me vine andando. En el colegio La Residencia, me obligaron a repetir segundo, porque el año anterior, yo había dado francés y no español. Cuando aprobé por tercera vez el segundo, ya tenía doce años. En tercero me enamoré de la hija de mi maestro. Pero nunca tenía un 19


duro. Por eso, cuando el Rifeño me propuso ir de polizón en el Vicente Puchol a Málaga, no lo dudé un solo instante.

GRANADA 2ª PARTE Era septiembre del año 1969. Contaba yo por aquel entonces unos 15 años. Me dirigí a la comisaría de aquella ciudad y pregunté por el inspector. Cuando lo tuve delante le dije: Quiero hacer una denuncia. El inspector me miró muy detenidamente y me dijo: _ ¿De qué se trata? _Verá inspector. Yo soy estudiante y me dirigía a Barcelona donde tengo familiares, pero antes quise pasar por aquí para conocer la Alhambra, y, anoche perdí mi cartera, que contenía mi pasaporte y tres mil pesetas. Esto no era verdad. No se puede perder lo que no se tiene. Además fíjense que he dicho: He perdido mi pasaporte, y no, mi DNI. Dije eso, porque yo no sabía que era español. Eso lo supe más tarde, después de experimentar como era la vida de un emigrante sin papeles en La España de la dictadura. Como respuesta recibí una patada en mis partes que me sorprendió y me encogió de dolor. _ ¡Tú no has visto tres mil pesetas en tu vida! ¿Has desayunado? La palabra desayunar, alivió un poco el dolor, causado por la patada recibida donde más duele. No me quejé mucho, porque me creí merecedor del castigo. _No he desayunado. Fue mi respuesta. El inspector parecía conocerme más que yo a mi mismo. Lo cierto, es que cualquiera se hubiera dado cuenta menos yo. La pinta que debía tener después de tantos días sin lavarme ni peinarme y durmiendo en cualquier lugar de la calle, evidenciaba de manera clara que yo no era lo que pretendía. Pero aún así lo intenté. Ahora sé cuando veo a alguien descuidado su aspecto, es sencillamente porque no se mira al espejo, y no se da cuenta y casi seguro que él cree que va normal como todo el que disfruta de un techo y un cuarto de baño. Aquellos que no han sufrido el desahucio, no tienen idea de la importancia de un cuarto de baño. _Toma. Me alargó una moneda de un duro. Cinco pesetas.- Cuando hayas desayunado, te vas a esta dirección. Haciéndome entrega de un pedazo de papel, donde previamente había escrito. Y me dijo: _ y allí les cuentas el mismo cuento que me has soltado a mí. Hacía cinco días que habíamos llegado a Granada. Habíamos llegado ya cansados, sucios y hambrientos. En los cubos de basura de los granadinos en aquellas fechas, se tiraba poca comida. Sin papeles, sin dinero y sin conocer la ciudad, con lo único que contaba era con mi amigo Rifeño. Los dos habíamos llegado juntos a Granada. Y nuestra aventura juntos en esa ciudad duró tres días. Los otros dos días los pasé solo. Creía hasta entonces, que éstos eran los peores días de mi vida. Pero estaba equivocado. Cogí el papel con la dirección y el duro (5ptas). Un café con leche y churros, me dieron ánimos para seguir adelante. La dirección me llevó hasta Cáritas. Yo no sabía nada de nada. Había mucha gente haciendo cola. Yo guardé mi turno y cuando me llegó el turno, le conté, tal y como me había indicado el inspector, el mismo cuento a la mujer que me atendió. La mujer escribió una dirección en un papel, me la entregó y me dijo: _El viaje hasta Barcelona es muy caro. Pero te vamos a mandar a Málaga, allí hay un barco que llega a diario desde Melilla, y quizás encuentres algún conocido que te ayude de alguna manera. Es mejor que 20


quedarte aquí, donde no conoces a nadie. Ahora te vas a la dirección que te he dado, es un comedor, comes y a las seis de la tarde debes estar en la estación de autobuses. La mujer, me presentó a un hombre y me dijo: _Este señor te sacará el billete y te indicará el autobús que te llevará a Málaga. En la mesa del comedor me tocó un compañero que se bebió las dos pintas de vino y yo me comí los dos platos de lentejas. Los dos salimos ganando. No podía quitarme de la cabeza el recuerdo de mi amigo Rifeño…¿Qué le habrá pasado para que lleve dos días sin aparecer?..

EPÍLOGO ILEGAl A los doce años, yo abandoné el colegio de primaria, y a los quince estaba en Barcelona cavando zanjas para la construcción de la Editorial Printer en Pallejá. Crucé el charco como polizón en el Vicente Puchol hasta Málaga, desde donde fui andando hasta Granada. Después de conocer Granada, regresé de vuelta a Málaga donde y mediante pago del billete con un reloj Dogma, heredado de mi padre Mizzian, conseguí llegar a Barcelona en un autocar pirata. El reloj Dogma era la única joya que tenía la familia. A los dieciocho años estaba tirado en las calles del barrio Chino de Barcelona, medio alcohólico. Detenido en una redada, fui encerrado en cárcel La Modelo de Barcelona, y expulsado por indocumentado a Ceuta, donde permanecí tres meses embarcado en espera de una oportunidad para regresar a la península. Fui detenido nuevamente en Málaga y condenado por desobediencia y acusado de robo. Cumplí condena en Teruel, donde me vi envuelto en un motín que acabó con la vida de uno de mis mejores amigos en aquel penal de primer grado.

CAÑADA DÉCADA DE LOS OCHENTA

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HISTORIAS DE CUANDO ERAMOS MELILLENSES PERO NO ESPAÑOLES (7) Por Ziyyan Ahfid

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COMO ME CONOCÍ Mi conocimiento de mí mismo ha estado ligado siempre a la cultura Tamazight. La primera vez que me pregunté ¿Quién soy yo? Fue cuando mi madre me llevó de la mano a un lugar donde había muchos niños y niñas de todas las edades y me dejó allí en medio de todos y se fue. Me empujaron a una fila y desde allí fuimos conducidos a una clase donde había muchos niños callados. Un niño habló en Tamazight y fue castigado duramente por el árabe. Por la tarde en otra clase otro niño lloró en Tamazight y también fue castigado duramente por el español. Así fue cómo nació mi pregunta. (¿Quién soy yo?)

En la Residencia de Estudiantes Marroquíes quedé desarmado, yo nunca había oído otra lengua que no fuera la que con mi madre me comunicaba, pero aprendí enseguida que no debería

Ziyyan en Iwardanen

hablarla en ninguna de las dos clases. El porqué. Nunca lo supe, quizás sí, ahora.

Poco tiempo después, la mujer que me había llevado de la mano a ese lugar donde solo los adultos podían hablar y nosotros memorizar, murió. Me lo anunció mi hermana un año mayor que yo, cuando yo estaba jugando en los pinos que teníamos en La Cañada de la Muerte. _Vámonos a la casa que mamá ha muerto. Y se fue. Yo no supe 22


reaccionar. Lo que ocupó mi mente fue, que si mi madre era mi casa y ésta había muerto. ¿A qué casa debería ir yo? Despojado, desarmado y cautivo, fui agarrado por los pies, puesto boca abajo y sacudido por la vida. Quizás fuera esta clase que de pequeño me enseñó la vida, la causante de que yo no me fiara mucho de ella, no la amara con pasión, y tendría siempre cuidado de ella, y creer que ella es cómplice de aquellos que prohibieron el

Alemania, Bélgica, Francia y Holanda. Cito estos países porque, todas las cartas las recibían las mujeres del barrio, desde estos lugares. Había yo adquirido fama de buen escritor de cartas y las esposas de los emigrantes venían a buscarme cuando recibían sus cartas. Yo las acompañaba a su casa donde muchas veces había una mesa con té y galletas. Así fue como descubrí por primera vez el Tamazight escondido en caracteres árabes y latinos. Leía cartas que nadie entendía. Aquí fue donde empecé a conocerme a mí mismo y me enorgullecí. Yo sabía algo más que mis profesores. Ellos me prohibían hablar algo que estaba oculto dentro de lo que me enseñaban. Aumentó así mi conocimiento de mí mismo, y me imaginé a mí mismo, como un gran olivo, que crecería igual, mientras fuese regado con agua de lluvia, de rio, de fuente o embotellada. Pero que mis frutos siempre serían aceitunas.

Ziyyan Ahfid 2013

Tamazight. Pero de ella también aprendí, que si quiere puede ser más cruel.

Aún a pesar de todo, y en memoria de aquella que de la mano me había llevado a ese colegio, quise saber el ¿por qué? Y me apliqué. El árabe y el español, estuvieron contentos conmigo. Era yo su mejor alumno en poco tiempo. Me gustaba tanto leer que.. poco después, empezaron los hombres a emigrar a 23


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